Una parte importante de los pinares en la península ibérica son resultado de las repoblaciones de especies de pinos autóctonos efectuadas en España mayoritariamente entre 1950 y 1980. La recuperación de estos bosques supuso ganar ecosistemas en zonas que habían perdido sus masas forestales (por ejemplo, por aprovechamientos inadecuados). A favor de las especies de pino, respecto a otras especies, juega su vertiginoso crecimiento. Sin embargo, las masas creadas requieren una silvicultura que Rafael Navarro, director del laboratorio de silvicultura y cambio climático de la UCO, considera debe basarse en nuevos criterios: “Antes se partía de la estabilidad de las masas, esto es, con mantener el bosque con una estructura adecuada era suficiente para asegurar la funcionalidad de los sistemas forestales. Ahora sabemos que el cambio climático afecta con rapidez a los recursos forestales y su impacto es visible en periodos cortos, incluso de cinco años”. Por ello, el equipo de investigación del que es titular propone una gestión silvícola “adaptativa”, esto es, con evaluaciones del estado de vigor del arbolado cada poco tiempo, y con la toma de decisiones de forma rápida para asegurar la estabilidad de las masas a corto y medio plazo.
Para comprobar cómo de veloz está afectando el incremento de temperaturas y el descenso de precipitaciones a las masas forestales, los investigadores del Departamento de Ingeniería Forestal han evaluado la situación de los pinares más al sur de Europa, los que se encuentran en la provincia de Almería. En la sierra de los Filabres, colindante con la provincia de Granada, existen bosques de pino silvestre (Pinus sylvestris) y pino salgareño (Pinus nigra). Ser el lugar más meridional del continente en la distribución natural de ambas especies supone también que es un punto clave en la incidencia del cambio climático y su oleada de aridez. “La primera línea de batalla”, lo define Navarro.
A partir de mediciones en los anillos de los árboles y otras técnicas, los científicos identificaron el comportamiento de estas coníferas en periodos de sequía importante. En el interior de los troncos se conservaban, como tatuajes, los efectos de la ausencia de lluvias de 1994 y 1995, 1999 y 2005. Cuando faltaba el agua, la competencia entre los individuos era feroz por el recurso más limitante, el agua. Todos iniciaban una pugna por este recurso fundamental. Como consecuencia de la falta de agua y de la lucha por el recurso, los árboles decaían y morían. Los estudios han sido publicados en la revista científica Frontiers in Plant Science.
“En estos casos, es más recomendable realizar un control de la espesura del bosque”, explica el experto. La espesura mide la distribución de los árboles en un espacio determinado. Un mayor número de ejemplares da como resultado un bosque con mayor competencia entre los árboles. Dado que los recursos hídricos se van a reducir por efecto del cambio global, los árboles se verán más obligados a competir por ellos, lo que les afecta en conjunto. “Más que un ejército de árboles, como son planteados ahora los bosques, en estos casos necesitaremos crear comandos de árboles”, resume el investigador principal.
Entre las propuestas para una silvicultura adaptativa, Navarro sugiere organizar revisiones y planes de actuación cada decenio, realizar evaluaciones tempranas de los bosques para ver si se está produciendo la mortalidad de sus componentes y otras medidas de carácter preventivo. “El bosque ya ha perdido el punto de equilibrio que se suponía con la silvicultura convencional, por lo que es necesario adaptar la gestión de estos recursos forestales a una situación dinámica”, resume. De manera mayoritaria en España, esta labor recae fundamentalmente en manos de la Administración.
Guillermo Guada, J. Julio Camarero, Raúl Sánchez-Salguero and Rafael M. Navarro Cerrillo. ‘Limited Growth Recovery after Drought-Induced Forest Dieback in Very Defoliated Trees of Two Pine Species’. Front. Plant Sci., 01 April 2016 | http://dx.doi.org/10.3389/fpls.2016.00418