'El cuento de la criada', de Margaret Atwood
- club-lectura
- Autor del tema
- Fuera de línea
- Administrador
Menos
Más
- Mensajes: 157
- Gracias recibidas: 4
5 años 1 mes antes - 5 años 4 semanas antes #71
por club-lectura
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
'El cuento de la criada', de Margaret Atwood Publicado por club-lectura
Que el libro que
Margaret Atwood
publicó en 1985 está viviendo su época más dorada, nadie lo duda. ¿Las razones? Por un lado, su fantástica adaptación a la televisión que se está llevando todos los premios habidos y por haber (ya tuvo adaptaciones anteriores para el cine, la radio e incluso la ópera, pero ni mucho menos con el éxito de la actual) y, por otro, la victoria de Donald Trump en las últimas elecciones estadounidenses que ha venido a confirmar estas palabras de la propia autora a propósito de lo que se narra en El cuento de la criada : “el orden establecido puede desvanecerse de la noche a la mañana. Los cambios pueden ser rápidos como el rayo. No se podía confiar en la frase ‘Esto aquí no puede pasar”.
El cuento de la criada es una novela distópica (distopía frente a utopía), es decir, una “representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana” (según la RAE), y, de forma más concreta, “una sociedad ficticia indeseable en sí misma” (según Wikipedia) . Como ciencia ficción que es, la acción transcurre en un tiempo futuro, pero que, sin embargo, nos retrotrae al pasado, como en una pesadilla; en ella no aparece nada que no existiese en el momento en que se escribió (“una de mis normas consistía en no incluir en el libro ningún suceso que no hubiera ocurrido ya en lo que James Joyce llamaba la ‘pesadilla’ de la historia”, nos dice su autora). De hecho sus inspiraciones en ese año 1985 eran muy cercanas: el gobierno de Ronald Reagan, la victoria del régimen de los ayatolás en Irán, el robo de niños en la dictadura argentina y la residencia de la propia Margaret Atwood en aquel 1984 en Berlín Occidental, rodeada por el Muro, con visitas a países del bloque del Este.
El argumento muy resumidoa sería el siguiente: en la República de Gilead, y amparándose en la coartada del terrorismo islámico, unos políticos teócratas se hacen con el poder y, como primera medida, suprimen la libertad de prensa y los derechos de las mujeres. La primera medida nos lleva a otras distopías conocidas, concretamente a 1984, al Gran Hermano y al control absoluto del Estado sobre los individuos, pero la segunda es la que hace más interesante la obra de Margaret Atwood. Las mujeres, en esta nueva y futura república totalmente estamentalizada, puritana e hipócrita a partes iguales, se han llevado la peor parte, como no podía ser de otra manera, y su cuerpo ha sido anulado e instrumentalizado: sólo sirven (las pocas que pueden, las criadas) para tener hijos, y las que no, quedan reducidas a “mujeres de”, sirvientas o a trabajar en las colonias con una muerte segura por contaminación nuclear. Cada clase social viste de un color, para poder ser identificadas desde lejos y para que no se diferencien unas de otras, y las criadas (vestidas de rojo, el color de la sangre, la sangre de la menstruación, la sangre del parto), incluso pierden su nombre para pasar a llevar el del comandante al que sirven (Defred en el caso de la protagonista). Y es que la fertilidad ha disminuido de una forma alarmante, por supuesto siempre por culpa de “ellas” (ellos siempre son fértiles), ya no nacen niños, y por lo tanto hay una necesidad de “servicios de nacimiento”, que son, en definitiva, las criadas (handmaid en inglés). Al final de la novela, en un epílogo muy revelador, podemos leer este párrafo:
“la necesidad de lo que yo llamaría servicios de nacimiento ya fue reconocida en el período pre-gileadiano, donde se realizaban inadecuadamente mediante «inseminación artificial», «clínicas de fertilidad» y mediante el uso de «madres de alquiler», que eran contratadas con este propósito. El régimen de Gilead proscribió las dos primeras por considerarlas irreligiosas, pero legitimó y estimuló la tercera por entender que tenía precedentes bíblicos”.
¿Os suena?
Además de la situación de las mujeres, en el libro se nos hablan de otras muchas cosas que nos hacen pensar que esos futuros o pasados no están tan superados como creemos, y que convierten la lectura de la novela en una experiencia cuanto menos desasosegante.
Pasemos ahora a una cuestión que se plantean muchos lectores: ¿Qué es mejor, leer antes el libro o ver la serie? Hay que decir, y pocas veces es así, que las dos son cien por cien igualmente recomendables. La historia es la misma, contada por supuesto con los elementos propios de cada una de estas disciplinas artísticas, pero quizá sea mejor leer primero el libro y luego ver la serie, puesto que la segunda amplía y profundiza en la trama de la primera. De hecho ha conseguido tener vida propia puesto que en abril se estrena la segunda temporada, suponemos que gracias al final más o menos abierto de la primera y a la sociedad distópica creada por Margaret Atwood que da mucho de sí.
Así pues, recomendamos leer el libro, ver la serie y seguir adentrándonos en el mundo literario de esta interesantísima mujer, siempre de actualidad por sus controvertidas opiniones y por los cambios de registro en sus escritos, como por ejemplo en los estupendos y detallistas relatos recopilados por Lumen en Un día es un día en los que “no hay guerras salvo entre bastidores; no existen los asesinatos como tales; no hay hombres lobo ni insectos hablantes. No hay futuros distópicos. Pero sí hay personas, y al fin y al cabo de eso hablan todas mis historias: de seres humanos que hacen cosas que hacen los seres humanos”.
El cuento de la criada, así como muchos otros títulos de ella, están en la Biblioteca , y también está disponible en internet.
El cuento de la criada es una novela distópica (distopía frente a utopía), es decir, una “representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana” (según la RAE), y, de forma más concreta, “una sociedad ficticia indeseable en sí misma” (según Wikipedia) . Como ciencia ficción que es, la acción transcurre en un tiempo futuro, pero que, sin embargo, nos retrotrae al pasado, como en una pesadilla; en ella no aparece nada que no existiese en el momento en que se escribió (“una de mis normas consistía en no incluir en el libro ningún suceso que no hubiera ocurrido ya en lo que James Joyce llamaba la ‘pesadilla’ de la historia”, nos dice su autora). De hecho sus inspiraciones en ese año 1985 eran muy cercanas: el gobierno de Ronald Reagan, la victoria del régimen de los ayatolás en Irán, el robo de niños en la dictadura argentina y la residencia de la propia Margaret Atwood en aquel 1984 en Berlín Occidental, rodeada por el Muro, con visitas a países del bloque del Este.
El argumento muy resumidoa sería el siguiente: en la República de Gilead, y amparándose en la coartada del terrorismo islámico, unos políticos teócratas se hacen con el poder y, como primera medida, suprimen la libertad de prensa y los derechos de las mujeres. La primera medida nos lleva a otras distopías conocidas, concretamente a 1984, al Gran Hermano y al control absoluto del Estado sobre los individuos, pero la segunda es la que hace más interesante la obra de Margaret Atwood. Las mujeres, en esta nueva y futura república totalmente estamentalizada, puritana e hipócrita a partes iguales, se han llevado la peor parte, como no podía ser de otra manera, y su cuerpo ha sido anulado e instrumentalizado: sólo sirven (las pocas que pueden, las criadas) para tener hijos, y las que no, quedan reducidas a “mujeres de”, sirvientas o a trabajar en las colonias con una muerte segura por contaminación nuclear. Cada clase social viste de un color, para poder ser identificadas desde lejos y para que no se diferencien unas de otras, y las criadas (vestidas de rojo, el color de la sangre, la sangre de la menstruación, la sangre del parto), incluso pierden su nombre para pasar a llevar el del comandante al que sirven (Defred en el caso de la protagonista). Y es que la fertilidad ha disminuido de una forma alarmante, por supuesto siempre por culpa de “ellas” (ellos siempre son fértiles), ya no nacen niños, y por lo tanto hay una necesidad de “servicios de nacimiento”, que son, en definitiva, las criadas (handmaid en inglés). Al final de la novela, en un epílogo muy revelador, podemos leer este párrafo:
“la necesidad de lo que yo llamaría servicios de nacimiento ya fue reconocida en el período pre-gileadiano, donde se realizaban inadecuadamente mediante «inseminación artificial», «clínicas de fertilidad» y mediante el uso de «madres de alquiler», que eran contratadas con este propósito. El régimen de Gilead proscribió las dos primeras por considerarlas irreligiosas, pero legitimó y estimuló la tercera por entender que tenía precedentes bíblicos”.
¿Os suena?
Además de la situación de las mujeres, en el libro se nos hablan de otras muchas cosas que nos hacen pensar que esos futuros o pasados no están tan superados como creemos, y que convierten la lectura de la novela en una experiencia cuanto menos desasosegante.
Pasemos ahora a una cuestión que se plantean muchos lectores: ¿Qué es mejor, leer antes el libro o ver la serie? Hay que decir, y pocas veces es así, que las dos son cien por cien igualmente recomendables. La historia es la misma, contada por supuesto con los elementos propios de cada una de estas disciplinas artísticas, pero quizá sea mejor leer primero el libro y luego ver la serie, puesto que la segunda amplía y profundiza en la trama de la primera. De hecho ha conseguido tener vida propia puesto que en abril se estrena la segunda temporada, suponemos que gracias al final más o menos abierto de la primera y a la sociedad distópica creada por Margaret Atwood que da mucho de sí.
Así pues, recomendamos leer el libro, ver la serie y seguir adentrándonos en el mundo literario de esta interesantísima mujer, siempre de actualidad por sus controvertidas opiniones y por los cambios de registro en sus escritos, como por ejemplo en los estupendos y detallistas relatos recopilados por Lumen en Un día es un día en los que “no hay guerras salvo entre bastidores; no existen los asesinatos como tales; no hay hombres lobo ni insectos hablantes. No hay futuros distópicos. Pero sí hay personas, y al fin y al cabo de eso hablan todas mis historias: de seres humanos que hacen cosas que hacen los seres humanos”.
El cuento de la criada, así como muchos otros títulos de ella, están en la Biblioteca , y también está disponible en internet.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Última Edición: 5 años 4 semanas antes por club-lectura.
Por favor, Identificarse o Crear cuenta para unirse a la conversación.
Tiempo de carga de la página: 0.368 segundos